Cinco Meses es el tiempo
que llevo viviendo en Argentina. Es increíble
que haya pasado tanto tiempo. Todavía puedo sentir el sabor amargo de la
inquietud de esos días. Porque sinceramente fueron días difíciles y llenos de
dudas. Saber que el amor de mis hijos y el de Carol me estaban esperando
al otro lado del Atlántico me dio la fuerza necesaria para dar ese paso con
fuerza y determinación.
Durante los primeros
meses anduve un poco despistado. Cualquier pequeño detalle llamaba mi atención.
Miraba a la gente a los ojos intentando descifrar que se escondía realmente
detrás de su mirada. Me afrontaba a los desconocidos con un poco de temor. Me
sorprendía de actitudes (sobre todo en temas de seguridad dentro del auto) que
en España se consideraban locuras. Y hasta un detalle tan simple como agarrar
el colectivo suponía para mí un gran esfuerzo.
Imagino que durante esos días me sentí como un niño perdido en la Gran Vía de Madrid. Como un adolescente que recién besa por primera vez a una jovencita.
Poco a poco, me fui habituando a la forma de vida de acá, a sus costumbres y a sus visiones particulares.
Me acostumbré a caminar por veredas destruidas. A mirar dos veces por la mirilla antes de abrir la puerta de casa. A viajar en el auto con la traba puesta y las ventanillas cerradas. Me acostumbre a convivir con los piquetes y los paros de subte sin servicios mínimos. Me acostumbré a las colas interminables a la puerta del banco. Me acostumbre a una variación de precios abismal en el mismo día… y de a poco me fui acostumbrando a todo aquello que durante los primeros días me extrañaba, a todo aquello que durante los primeros días me asustaba.
Pero también me acostumbre a la visión de la familia argentina, al respeto y solidaridad que se tienen entre todos. Me acostumbré al asado, a las pastas, al helado artesanal y a la cerveza Stella. Me acostumbre al buen trato de la gente del gimnasio, a la aceptación de los vecinos y a la amabilidad del desconocido.
Porque, si es verdad que durante estos cinco meses son muchas las situaciones que me han sorprendido y han dificultado mi integración, no deja de ser menos cierto que también son muchas las situaciones que me han admirado y me han ayudado a ser un argentino más. (por favor obviar preguntar sobre YPF y Telefónica). Me estoy argentenizando tanto que hasta mi forma de hablar se ha visto afectada.
Ahora después de cinco meses, puedo decir que mi cotidianidad es que cada vez más normal. Que puedo viajar en subte sin meter la billetera entre los calzones. Que puedo ir en bicicleta sin cruzar de lado cada vez que alguien se acerca y caminar por la vereda sin tropezarme con una baldosa levantada.
Y es que no hay situación extraordinaria que se salve de la bravura del tiempo y se transforme en una situación más.
Imagino que durante esos días me sentí como un niño perdido en la Gran Vía de Madrid. Como un adolescente que recién besa por primera vez a una jovencita.
Poco a poco, me fui habituando a la forma de vida de acá, a sus costumbres y a sus visiones particulares.
Me acostumbré a caminar por veredas destruidas. A mirar dos veces por la mirilla antes de abrir la puerta de casa. A viajar en el auto con la traba puesta y las ventanillas cerradas. Me acostumbre a convivir con los piquetes y los paros de subte sin servicios mínimos. Me acostumbré a las colas interminables a la puerta del banco. Me acostumbre a una variación de precios abismal en el mismo día… y de a poco me fui acostumbrando a todo aquello que durante los primeros días me extrañaba, a todo aquello que durante los primeros días me asustaba.
Pero también me acostumbre a la visión de la familia argentina, al respeto y solidaridad que se tienen entre todos. Me acostumbré al asado, a las pastas, al helado artesanal y a la cerveza Stella. Me acostumbre al buen trato de la gente del gimnasio, a la aceptación de los vecinos y a la amabilidad del desconocido.
Porque, si es verdad que durante estos cinco meses son muchas las situaciones que me han sorprendido y han dificultado mi integración, no deja de ser menos cierto que también son muchas las situaciones que me han admirado y me han ayudado a ser un argentino más. (por favor obviar preguntar sobre YPF y Telefónica). Me estoy argentenizando tanto que hasta mi forma de hablar se ha visto afectada.
Ahora después de cinco meses, puedo decir que mi cotidianidad es que cada vez más normal. Que puedo viajar en subte sin meter la billetera entre los calzones. Que puedo ir en bicicleta sin cruzar de lado cada vez que alguien se acerca y caminar por la vereda sin tropezarme con una baldosa levantada.
Y es que no hay situación extraordinaria que se salve de la bravura del tiempo y se transforme en una situación más.
Hola... Soy la madrina de Martín escondida tras mi alter-ego. Una personalidad desdoblada que apareció haciendo teatro.
ResponderEliminarCada vez que leo tu blog, me gusta más.
Como antigua bonaerense:
Felicitaciones por haber aprobado "veredas 1"!
Algunas puntualizaciones:
a) según mi prima Alicia, ya hablabas en argentino cuando vivías en España;
b) creo que mientras viví ashá, a veces agarraba el auto, sin embargo me parece que el colectivo lo tomaba ¿o estoy confundida? -lo que es seguro es que nunca lo c..í- ;
c) por las dudas, seguí teniendo cuidado con la billetera.
Besos x4. Queremos más!!!
Gracias Ziella. Vos que me mirás con buenos ojos.
EliminarCon esos ánimos seguro que tengo más ganas de escribir.
Tendré en cuenta tus puntualizaciones... (aunque el argentino lo hablo a mi manera)