miércoles, 28 de diciembre de 2011

El reencuentro.


El viaje se me hizo largo. Toda la noche en un avión no es de las experiencias más placenteras. Además mi compañera de viaje, una chica mulata nacida en United Kingdom (por lo que pude ver mientras rellenaba el folleto de inmigración), no hablaba ni palabra de castellano. A mí tampoco me apetecía sacar a relucir mi “Perfect Inglish” con acento pueblerino, por lo que el viaje fue un viaje silencioso.

La espera de las maletas en un aeropuerto es una de las situaciones que me causa más inquietud. Ver cómo pasan las maletas lentamente por la cinta transportadora, como la gente se abalanza sobre la cinta, supera mi umbral de paciencia. 

Normalmente me contagio de la vorágine que se respira pero en esta ocasión la espera fue más entretenida. Dos de los “pacientes “viajeros que esperaban sus bártulos eran Messi y Mascherano.  Es increíble la movilización que provoca un individuo que, visto en directo, no llama la atención por ningún aspecto.  Si no fuera porque es el mejor jugador de futbol del mundo, nadie se percataría de su presencia. Pasaría totalmente inadvertido. 

La espera fue un fluir de gente que se acercaba al gran astro argentino para solicitar un autógrafo, una foto, una simple sonrisa.  Se acercaban niños y adultos. Empleados con su uniforme de trabajo y empresarios con traje y corbata. Y a cada una de esas peticiones Messi respondía con una amable sonrisa y un gesto de conformidad.
En el pasillo que dirigía al control aduanero, Messi caminaba rodeado en todo momento de varios policías y de gente con corbata. Unos pasos más rezagado caminaba Mascherano, con el que pude intercambiar unas simples palabras:

-         -  Mira a Messi, rodeado de policías y tú caminando tan sólo.
-         -  Es lo que tiene ser el mejor jugador del mundo.
-        - Obvio. Respondí, esperando que mis palabras no le hubieran molestado.

En el control aduanero un cartel informaba de que estaba totalmente prohibido introducir, entre otras cosas, carnes en el país. En ese momento me vino a la mente la sobrasada que viajaba camuflada entre mi ropa. Cerré los ojos y recé para que la agente que controlaba el equipo de rayos X  no se percatara de un bulto con forma de chorizo entre mis objetos.  Los segundos durante los que la agente revisó el equipaje fueron eternos. Afortunadamente no vió nada sospechoso y pude cruzar la frontera sin más complicaciones.

Al llegar a la sala de espera, escuché unos sonoros aplausos. Me sorprendió, y aunque sabía que no iban dirigidos a mí, me sentí emocionado. “Qué recibimiento más espectacular”.  La ilusión duró hasta que por el rabillo del ojo pude ver como Messi aparecía por el pasillo VIP.

Me quede quieto en el centro de la sala.  Buscaba con la vista algún indicio de mi familia.Nada. Inquieto llamé por teléfono a casa de mi suegra. Carol y los niños habían salido a las ocho de la mañana. Miro el reloj. Las diez. Ya tendrían que estar aquí. Me empiezo a impacientar cuando a lo lejos veo a Carol con el carrito y con Martín agarrado a él.

Me acerco apresuradamente y me fundo en un abrazo con Carol. Martín se abalanza sobre mí gritando “Papaaaa, papa…”. Y Diego me sonríe desde su carrito, con esos ojos llenos de ternura.. y moviendo sin parar los piececitos.


3 comentarios:

  1. Emocionant el relat...m ha encantat. Te desig el millor a tu i als teus.

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  2. Pere, podries tornar que tenim un problemilla amb Helium. jejejeje. Molta Sort

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  3. Preciosa foto. y estoy segura que los aplausos eran para ti, no para Messi.
    Mucha suerte chicos...

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